Entrevista a Eduardo Gudynas, Programa Rompkbzas. El analista e investigador en temas ambientales Eduardo Gudynas, consideró en Rompkbzas que no es correcto decir que una planta de celulosa no contamina. Señaló que “lo que sucede es que contamina pero por debajo de los estándares que el país marca o que la sociedad acepta, porque hay una idea de que la contaminación es aceptable de acuerdo al país y la necesidad económica”. Gudynas explicó que la producción de papel está creciendo a nivel global. “En Norteamérica, se consumen 230 kilos de papel per cápita de manera anual. En Europa, el consumo asciende a 180 kilos. El tercer continente con más consumo es América Latina con 43 kilos y luego le sigue Asia. Sin embargo, el comercio global de pulpa de papel es casi todo orientado a China”, indicó el experto. Asimismo, el porcentaje de papel reciclado va lentamente en aumento. “Un 53% del papel se recicla en el mercado global. Y ese número quiere aumentarse, pero son decisiones de demanda del mercado internacional, de disponibilidad de inversiones. Y eso tiene impacto en Uruguay, porque está vinculado al sector forestal y en nuestro país hay más de un millón de hectáreas forestadas”. El analista en temas de ambiente y desarrollo aseguró que en el país hay suelos de prioridad forestal. “Fueron determinados así por la baja fertilidad para actividades agríolas. Pero estos suelos, serranías y bañados, son los que tienen mayor riqueza ecológica”, explicó. “Uruguay solo tiene el 1% de áreas protegidas; el más bajo de Latinoamérica y de los más bajos del mundo”, agregó. En cuanto al desempeño de las plantas de celulosa ya existentes, Gudynas dijo que “ambas tienen un buen mecanismo de información pública. Hay comisiones para eso. Tanto la Dinama como las propias empresas reportan regularmente sobre qué han hecho”. Ante esto, señaló que “no está claro cuál es la información oculta que reclaman desde Argentina”. El experto indicó que no existe diferencia si la planta se ubica en Cerro Largo, Tacuarembó o Durazno. “Uruguay tenía un mecanismo para evaluar los efectos ambientales regionales. El impacto es regional. Ese mecanismo fue derogado en la última rendición de cuentas. Antes estas se hacían anualmente, ahora pasaron a ser cada tres años”. Por otra parte, Gudynas advirtió sobre los “subsidios perversos” que ofrecen los gobiernos para atraer las inversiones, como las “obras de infraestructura que se prometen a la nueva planta o las exoneraciones de contribución inmobiliaria que tiene UPM en Río Negro dada por la intendencia”. Países extractivistas “Venezuela, Ecuador y Bolivia tienen más del 80% de exportaciones en recursos naturales. Pero son el mismo producto. Son los tres países más extractivistas del continente”, apuntó el experto. Gudynas habló sobre lo que se denomina “enfermedad holandesa”. “En Lationamérica es 'enfermedad chola' (nombre puesto en Perú). Importo productos chinos, deprimiendo la industria nacional, más debilito la economía para las crisis, y por eso quiero vender proyectos de recursos naturales”, explicó. Cuando se habla de ejemplos en mantenimiento del medio ambiente y economía, se ponen como ejemplos Noruega y Finlandia. “Finlandia está en el lugar 7 del indicador global de complejidad económica. Japón es el primero. Uruguay está en el 53, porque nos basamos en exportación de productos ganaderos y soja. El patrón de exportación de Finlandia es más dividido. El mayor porcentaje de exportaciones de Finlandia es la maquinaria, con el 13%, volviendo más diversa su economía”. “En las comparaciones con Finlandia hay que tener cuidado, porque la institucionalidad ambiental es distinta, la base de protección de naturaleza es muy distinta a la de nuestro país. La mirada ecológica tiene un gran componente económico”, indicó. “Lo más paradojal de la situación de Uruguay es que, en vez de estar diversificando nuestra economía, nos estamos simplificando: nuestra economía se está poniendo al lugar de Perú o Bolivia. En estos dos países hay situaciones similares a las de nuestro país”, cerró el investigador. [Audio y video completos en http://www.espectador.com/medioambiente/338609/subsidios-perversos-promesas-y-exoneraciones#1]
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Eduardo Gudynas (*), en Montevideo Portal 18/7/2016. El anuncio de construir una nueva planta de celulosa en Uruguay despierta muchas reacciones desde el ambientalismo, aunque muchas de sus advertencias en el pasado han sido desestimadas invocando que se especializan en hablar de fauna y flora, pero poco saben de economía y política. Pero, en realidad, hay una economía ecológica y una ecología política que desmonta esa crítica, y que puede aplicarse a este nuevo proyecto celulósico. Cuando se hace ese ejercicio, se vuelven evidentes muchos problemas que permanecían en las sombras. No es raro asumir que la mirada ambiental está restringida a la contaminación, la fauna y la flora, como si nada se entendiera de la economía o la política de una mega inversión. Los ambientalistas son los que se dedicarían a proteger venaditos -se burlaba el presidente Mujica años atrás. La situación real es muy otra, porque existen potentes marcos de análisis económicos y políticos propios del ambientalismo, y que son muy apropiados para este tipo de megaemprendimientos. Siguiendo ese camino, se podrían explorar algunas de las preguntas que plantearían un economista ecológico y un ecólogo político ante la idea de una tercera planta de celulosa. El economista ecológico seguramente comenzaría por alertar que esa obra aumentaría todavía más el perfil exportador del país como proveedor de materias primas, alejándolo de la idea de una diversificación de la matriz productiva. O sea, ir en el sentido inverso a las ideas convencionales en desarrollo. Entre nuestros vecinos hay tres países que se han convertido en hiper-extractivistas, donde más del 80% de sus exportaciones están concentradas en materias primas, o sea, recursos naturales. Por lo tanto, la presión sobre la Naturaleza es enorme: son los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Le siguen otras naciones como Chile y Perú, también dependientes en ofrecer materias primas, y con un escuálido entramado industrial. Existe una enorme biblioteca que alerta sobre los aspectos negativos de esas estrategias, no sólo desde el campo ambiental sino también desde la economía del desarrollo. Son opciones que generan poco empleo; consumen usualmente mucha energía y agua (que los países subsidian en muchos casos, por lo cual los rendimientos económicos netos para la nación son escasos); son enclaves con pocos encadenamientos productivos locales o regionales; tributan en sus naciones de origen, etc. El economista ecológico, además, alertará sobre otras consecuencias inmediatas. Una de ellas es que el país se vuelve más dependiente de los mercados globales, ya que son ellos los que determinan los precios y demanda de esos productos. Obsérvese que es precisamente un ambientalista el que le está advirtiendo que se pierde en soberanía nacional. Otra alerta señala las distorsiones en las economías nacionales. En la fase inicial de la inversión, con la llegada de muchos dólares y muchos trabajadores extranjeros, o cuando los precios de esa materia prima son altos, hay ingresos financieros jugosos, la moneda nacional se valoriza y las importaciones se abaratan. Eso explica situaciones de alto consumismo, lo que a su vez impacta sobre la industria nacional (siempre es más barato comprar "chino" que uruguayo), y con ello se pierden fuentes de empleo. Este problema, que se asemeja al conocido como "enfermedad holandesa", ya fue padecido por el país, pero parece que los economistas tradicionales no han recibido ninguna lección. Esto genera un tercer problema: cuanto más extractivista es el país y más profundiza su papel de exportador de commodities, se le hace progresivamente más dificultoso salir de ese camino. No es sencillo, por ejemplo, promover nuevas industrias, ya que el encarecimiento de la moneda y de insumos locales hace que sea preferible importarlas. Esos son gobiernos que, cuando caen en dificultades financieras, como no tienen otros sectores productivos que sirvan de sostén, salen desesperadamente a hacer lo que ven como más sencillo y accesible, o sea, ofrecer a los mercados globales algún nuevo emprendimiento en recursos naturales. Esta es la estrategia que han seguido recientemente Perú y Bolivia, bajo dos marcos ideológicos, pero un mismo camino extractivista. Toda esa obsesión con la exportación de recursos naturales sin procesar, o con un procesamiento mínimo, genera una presión brutal sobre la Naturaleza. Tanto por la vía de la apropiación de los recursos naturales, como por los insumos necesarios para hacerlo. En este caso hay un insumo crítico: agua. Es inevitable preguntarse desde la economía ecológica si, por ejemplo, el agua que se le brindará a esa planta será gratis. Desde la ecología política las preguntas iniciales se enfocan en la institucionalidad ambiental y la normativa. ¿Estamos hoy en día en mejores o peores condiciones para manejar ambientalmente una nueva planta de celulosa? Aquí aparecen muchas otras dudas. Por un lado, el área ambiental dentro del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) ha recibido más fondos en los sucesivos presupuestos. Podría pensarse entonces que, en término de equipos, dotación de personal y salarios, estamos mejor. Pero, por otro lado, políticamente estamos peor. La administración Mujica una y otra vez atacó a su propio Ministerio del ambiente, y en la administración actual se le ha colocado a un costado una secretaría presidencial sobre temas ambientales. En vez de unificar y fortalecer la gestión ambiental, se la diversifica. El ecólogo político se preguntará, con toda razón, quién comandará la revisión ambiental de este emprendimiento: el director nacional de medio ambiente, que a su vez es funcionario político dentro de un ministerio, o un secretario designado directamente por el propio Vázquez y que trabaja en el edificio presidencial. Seguidamente hay cuestiones sobre la información. El discurso oficial dice que se sabe que la otra planta no contamina, lo que resulta al menos extraño, porque buena parte de esos informes siguen siendo secretos dadas las diferencias que se mantienen con Argentina. Como pueden ver, en este breve repaso no abordé ni una sola vez los asuntos de contaminación o las amenazas a nuestra fauna y flora. No es que no sea importante, ya que su relevancia es crítica. Pero mi objetivo es aquí mostrar que esa preocupación ambiental también ha nutrido profundas revisiones en distintas ramas de las ciencias económicas y de las ciencias políticas, que desembocan en análisis mucho más amplios de proyectos como una planta de celulosa. Pero nada de eso asoma en la presentación oficial de esa propuesta. En realidad, lo que prevalece es un viejo razonamiento economicista simplista, como si solo contara el indicador macroeconómico de la inversión. (*) Analista en temas de ambiente y desarrollo, y defensor de la Naturaleza. Integrante del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES); investigador asociado en el Dpto Antropología, Universidad California, Davis; Duggan fellow del Natural Resources Defense Council de EE UU. Docente invitado en universidades de Uruguay y otros países de América Latina, EE UU y Europa. Acompaña organizaciones ciudadanas, desde grupos ambientalistas a federaciones indígenas, en distintos países del continente. Seguimiento: twitter @EGudynas Contacto: egudynas en montevideo.com.uy Publicaciones: http://ambiental.academia.edu/EduardoGudynas Dr. Horacio Zefferino de la Fuente, en Diario Acción, Mercedes, 12/7/16. Dentro de unos días se reunirán las comisiones de Ediles de todo el país que están involucradas en el tema del cuidado del Medio Ambiente, y eso es muy positivo. Hace unos meses atrás, la Iglesia Metodista, junto a la Iglesia Católica llevaron a cabo una reunión con el fin de analizar el estado del Río Negro. Los académicos que envió la Universidad de la República fueron categóricos, los ríos del Uruguay, y especialmente nuestro Río Negro, están seriamente afectados, peligra seriamente la existencia de su fauna y también la de los seres vivos que se nutren del mismo. Hemos leído que el actual Diputado Enzo Malán está preocupado sobre el tema tratando de ampliar las Áreas Protegidas del Uruguay con el fin de que no se agraven los problemas, vemos muy positiva esta preocupación por parte del representante departamental. Es sabido que la concentración de ciertos elementos químicos, principalmente el fósforo que proviene de variadas fuentes, van a parar al río, y este elemento se convierte en la fuente para el anormal desarrollo de algas tóxicas, -(que dan el color verde al agua del río)- que en definitiva son las causantes de la muerte de animales, (casos de lanares en Durazno), y la afectación de la fauna del río. También otros tóxicos van a parar al río, en especial parte de los millones de litros de glifosato que se utilizan en la agricultura, herbicida que se está prohibiendo en muchas partes del mundo. Para luchar por el medio ambiente y en especial por la salud de nuestro Río Negro -objetivo que debe plantearse la población con el fin de dejarles a nuestras futuras generaciones en óptimas condiciones-, hay que tomar todas las medidas posibles con el fin de mitigar la contaminación. En círculos políticos, y con poca información al respecto, se viene barajando la idea de instalar una tercera planta de celulosa en el Uruguay. Ya lo había mencionado con alegría el ex presidente Mujica hace un tiempo atrás, ahora el tema está de nuevo en el candelero. El lugar en el cual se está pensando es en Paso de los Toros, es decir sobre aguas del Río Negro precisamente. Con esta planta las empresas que tienen áreas forestadas en el noreste del país y también posiblemente en el sur de Rio Grande, se verían muy beneficiadas en el transporte de la materia prima y de su procesamiento. Las plantas de celulosa que conocemos necesitan enormes cantidades de agua dulce para el procesamiento de la madera, y necesitan también un caudaloso flujo de agua donde verter sus efluentes que llevan en grandes cantidades los elementos contaminantes que anteriormente mencionamos. Por eso las plantas eligen lugares específicos para instalarse, sobre ríos caudalosos , (como el Río Uruguay), o sobre el mar como en Europa. No es caprichoso que UPM haya construido su planta aguas arriba de Fray Bentos, en el punto que está la misma, el río diluye mejor los deshechos que en otros sitios del mismo río. El Río Negro no tiene el mismo flujo de agua que el Río Uruguay, todos lo sabemos, cuando el Uruguay está con alto nivel, nuestro río se convierte casi en un estanque. Este hecho entonces me produce personalmente una gran preocupación y espero que sea estudiada por todas aquellas personas que quieren mejorar el Medio Ambiente, en especial en el encuentro de las comisiones de Ediles que se llevará a cabo en la próxima semana. Otra consideración que debemos poner sobre la mesa es el referente a si las plantas de celulosa contaminan o no contaminan, a fuerza de repetir una y otra vez que las plantas de celulosa no contaminan nos terminamos creyendo que el agua que entra a la planta sale luego en buen estado, o de mejor calidad, -como ridículamente aseveró un ex Ministro de Estado-. Las plantas contaminan, pero si esa contaminación no sobrepasa ciertos límites. - que algunos estados pusieron como umbrales máximos- se dice que no son contaminantes,… pero que contaminan….contaminan. Ya lo hemos dicho en varias oportunidades, las aguas más contaminadas del mundo son las del estrecho de Botnia, allá entre Finlandia y Suecia, estados que para mitigar el problema están sacando las fábricas, -entre ellas de celulosa- que vertían sus deshechos a los afluentes del golfo. Imaginémonos entonces lo que puede pasar en nuestro país, en nuestro Río Negro, en nuestras ciudades, en nuestros balnearios, si se instala definitivamente esa industria. Por eso les sugiero a los ediles que se reunirán en Mercedes, que pongan en consideración el tema de la tercera Planta de Celulosa sobre la mesa, que piensen más en el futuro de nuestras generaciones que en el número de trabajadores que puedan ser necesarios por unos años en la construcción de la planta. -para bajar momentáneamente los índices de desocupación-, debemos mirar más lejos, ….por lo menos así pienso yo. Demás decir está que las plantas de celulosa significan a mi entender una entrega de la soberanía nacional, ya que otorga la posibilidad de concentrar miles de hectáreas a manos extranjeras, multinacionales que no pagan impuestos por estar exoneradas y estar establecidas en zonas francas, llevándose todas las ganancias y sobre todo llevándose nuestra reservas naturales, como lo es la fertilidad de nuestros suelos, -materia orgánica que se acumuló durante miles de siglos y convertidas en troncos -, como lo asegura la Facultad de Ciencias de nuestro país. Debemos poner sobre la mesa si preferimos dejarles a nuestras futuras generaciones campos desertificados y plantas abandonadas, o colonias de productores cuidando la tierra y produciendo alimentos? Esa es la cuestión. |
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